El deber de todo cristiano nacido de nuevo es el de congregarse en una iglesia cristiana cercana a su domicilio. Dios estableció a los pastores como sus ministros para entregar al pueblo redimido congregado en una iglesia la Palabra que instruye, exhorta, redarguye y enseña. Además en el libro de Hebreos 10:25 se nos exhorta a no dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre. Conjuntamente con el mandato de no dejar de asistir a la iglesia, encontramos una hermosa bienaventuranza que proviene del convivio de los hermanos en la misma fe. El rey David en el Salmo 133 declara de una forma poética la bendición que implica el estar congregados en una iglesia. El Salmista comienza diciendo que es bueno y delicioso el habitar los hermanos juntos en armonía. ¿Por qué? Porque es como el buen óleo, el aceite de la unción que representa al Espíritu Santo descendiendo sobre Aarón, la figura sacerdotal. Este óleo no solo se queda sobre “Aarón”, ósea el ministro, sino que baja hasta el borde de sus vestiduras, implicando que esa misma unción llena a toda la congregación de los santos reunidos en unidad y armonía en la iglesia. Además lo compara al rocío de Hermón que desciende sobre los montes de Sion, haciendo David alusión a esos altos montes de Israel que al recibir el rocío acumulaban grandes cantidades de agua que le permitían refrescar toda la tierra abajo. De igual forma, el rocío espiritual, la Presencia del Dios todopoderoso, descenderá, llenara los corazones, y saciara la sed espiritual de los asiduos creyentes reunidos en su presencia. El salmista encierra su precioso poema enfatizando lo importante de reunirse o congregarse con una brillante declaración: “Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.”
El bautismo en aguas es un mandamiento que el Señor Jesús mando a realizarse después que una persona lo recibe a Él como Señor y Salvador. El evangelio de Marcos en el capítulo 16:15-16 registra que antes que el Señor Jesús ascendiera al cielo dijo a sus discípulos: “y les dijo: id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado.” En esta escritura de Marcos no solo vemos el mandamiento hecho por nuestro Señor para que lo obedezcamos. También entendemos en esta cita bíblica que Jesús nos enseñó cuando y como debe ser el bautismo. Primero: Él dejó claro que el bautismo debe hacerse después que una persona comprende y reconoce que es pecador, que necesita salvación y perdón de sus pecados. Después de su confesión de fe, recibiéndolo a Él como Señor y Salvador, el segundo paso es el bautismo en aguas. Segundo: Él mismo nos dejó su ejemplo de cómo debe realizarse el bautismo, pues Él vino a Juan el Bautista para ser bautizado en el rio Jordán. Por lo que entendemos que el bautismo debe ser por sumersión. El bautismo en aguas es un simbolismo. Cuando se sumerge a la persona en las aguas bautismales se está diciendo que murió al pecado, murió a su vieja forma de vivir cuando andaba en desobediencia a la ley de Dios. Al levantarse de las aguas esta misma persona está enfatizando que resucito a una nueva vida con Cristo. El bautismo solo, en sí mismo, no nos salva. La salvación es por fe en Jesús el Hijo de Dios. Pero el bautismo es un requerimiento del Señor, el cual debemos cumplir en obediencia a su mandato.
Éxodo 15.26c declara: «porque yo soy Jehová tu sanador» (énfasis añadido por el autor). La palabra sanador proviene del hebreo rapha, que significa «curar, sanar, enmendar, restaurar la salud»; su participio rophe, «aquel que sana», es la misma palabra hebrea que se usa para doctor. Aunque el verbo rapha denota principalmente la sanidad física, también se puede aplicar para la sanidad de cualquier necesidad que la persona tenga, sea emocional, mental o cualquier otra, aunque el énfasis de la palabra rapha es para sanidad física. El Señor quiere que nosotros estemos sanos en todas las áreas de nuestra vida. Usted fue llamado a vivir sanamente para servir a Cristo y llevar una calidad de vida que refleje al Dios que usted conoce y testifica. Jeremías 33.6 también dice: «He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad». El deseo del corazón de Dios es que usted sea sanado, sea físicamente de todas sus enfermedades, sea emocionalmente de sus heridas interiores, sea mentalmente de todo problema que usted pueda tener. Dice que Él traerá estas bendiciones a su vida, al darle paz y consuelo; la medicina que Dios aplica es de ámbito espiritual, Su poder puede quitar la tribulación y angustia que usted está pasando y llevarle a recibir, por la fe, toda sanidad que está disponible en la Palabra de Dios. Esta es su promesa, usted debe creer, por fe, que será hecho. Tomado del libro “La Fe que Mueve la Mano de Dios” por Josue Yrion. (p. 57-59) Todos derechos reservados.
Hechos 5:3,4 dice: «Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios». La palabra dice claramente que Ananías no había mentido a alguien más, sino a Dios, por lo tanto el Espíritu, es DIOS. No solamente Él es una persona, sino que es una persona única, porque también Él es Dios. Las pruebas de Su personalidad no son necesariamente las de Su Deidad, pero las pruebas de Su Deidad son siempre pruebas de Su personalidad. Si Dios es una persona, (como lo es) y si el Espíritu es también Dios, (como lo es) entonces también el Espíritu es una persona, así como Dios lo es.
Isaías 48:16c «…y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu». 1 Corintios 2:10 «Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios».
Jueces 15:14 «…pero el Espíritu de Jehová vino sobre él…».
2 Pedro 1:21 «Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo».
2 Corintios 3:18 «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor».
Lucas 2:26 «Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido de Señor».
2 Corintios 3:17 «Porque el Señor es el Espíritu…».
Génesis 1:2 «…y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».
1 Pedro 1:12 «…administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo…». Podemos ver por estas Escrituras que el Espíritu Santo es el Señor, es Dios, es igual a Dios y es el Espíritu de Dios. La prueba de Su Deidad es contundente. Tomado del libro “Espíritu Santo Necesito Conocerte Más Vol. 1” por Josue Yrion. (p. 19-20) Todos derechos reservados.
1 Juan 5.4, 5 «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» En Éxodo 1.17 está escrito: «Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños». El temor a Dios no es sinónimo de terror, porque Él esté en contra nuestra o vaya a castigarnos sin causa o aviso alguno. Al contrario, da lugar a sabias y saludables acciones, como en la referencia arriba: Las parteras temían desagradar a Dios al matar a los niños inocentes más de lo que temían desobedecer a faraón de Egipto. Nosotros los creyentes en Cristo haremos bien al temer al Señor. Nuestra victoria en la vida espiritual depende básicamente de esto. Venceremos al mundo por medio de nuestra fe desde que esta vida espiritual, la cual vivimos exactamente por fe, esté establecida en el temor de Dios, o sea, nuestras palabras, acciones, pensamientos y actitudes, deben estar alineadas y en reverencia de acuerdo con la Palabra de Dios. Las parteras temieron al Señor poniendo en peligro sus propias vidas y no hicieron caso a la orden del rey, sino que hicieron lo que sus conciencias y convicciones espirituales les decía. El primer paso para la victoria en nuestra vida espiritual es temer a Jehová en todas las áreas de nuestras vidas. Dios mismo desea que nosotros tengamos su temor, pues en Deuteronomio 5.29 Él nos hace este llamado: «¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!» Tomado del libro “La Vida Espiritual Victoriosa” por Josue Yrion. (p. 1-2) Todos derechos reservados.
Por la desobediencia de Adán vino el pecado, por el pecado vino la enfermedad, y por la enfermedad vino la muerte. Desde entonces la humanidad está bajo el poder, el control y la maldición del pecado, de la enfermedad y de la muerte. Cuando Cristo vino, Él destrozó por medio de su muerte en la cruz del Calvario y por la resurrección de los muertos, el pecado, a enfermedad y la muerte. Usted y yo ya no necesitamos más estar bajo el dominio y el control de estos «tres gigantes», pues el Señor Jesucristo ya los venció con su sangre y poder. Para el resto de la humanidad, aquellos que no conocen a Cristo como su Salvador y Señor, los no cristianos, o no creyentes, ellos todavía están bajo el poder, el dominio y el control de estos «tres monstruos» que son invencibles, excepto por el sacrificio de Cristo en la cruz. Fuera de Cristo no hay escape, ni salvación ni victoria de las garras de estos tres «titanes poderosos » de la «destrucción», el pecado, la enfermedad y la muerte. Nada ni nadie pudo, puede ni podrá vencerlos, solamente el Señor Jesucristo lo hizo una sola vez y para siempre (Hebreos 9.12-15). El corazón del hombre está lleno de maldad desde su nacimiento hasta su muerte dice la Palabra de Dios, pues al no conocer al Creador y estar en «falta» delante de Dios, por no buscarle, acarrea para si juicio, por medio de la «iniquidad» que comete a diario. La «culpa» de su corazón no puede ser aliviada con meros esfuerzos humanos al intentar llenar este vacío con el trabajo, o el sexo, o la bebida, o el dinero, o la música, o la diversión, o la droga, o viajes, etc., o cualquier otra cosa, pues su problema es interno, es de su espíritu, es de su alma, es de su corazón. Por esto el hombre vive en una «enfermedad moral» en cuanto a la ética en su vida familiar, profesional, personal, pública o privada, que lo ha llevado a la «perversión» de sus sentidos espirituales perdiendo así toda la sensibilidad por las cosas de Dios, pues sus caminos están «doblados» y su vida «torcida», porque sus «inclinaciones» proceden de su corazón que está negro, alejado de Dios y perdido.
En 2 Corintios 10.4 está escrito: «Porque las armas de nuestra milicia
no son carnales, sino poderosas en Dios para
la destrucción de fortalezas».
El ayuno es considerado por todos los ministros que son consagrados al
Señor como una de las herramientas y armas de más poder en el arsenal de
Dios que está disponible para nosotros. Es cuando tomamos un tiempo en cual
nos dedicamos a buscar a Dios en oración y lectura de la Biblia y dejamos de comer.
Muchas son las razones según la Palabra de Dios del porqué debemos ayunar, independientemente de
los motivos que veremos más tarde. Por
lo tanto, de acuerdo a las Escrituras, algunas de las razones son:
1-Ayunamos en obediencia a Cristo: Mateo 9.15b: «Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán».
2-Ayunamos para humillarnos delante de Dios: Joel 2.12: «Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento».
3-Ayunamos para obtener gracia y poder de Dios en las pruebas: 2 Corintios 6.4, 5: «Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos…».
4-Ayunamos para vencer las tentaciones Lucas 4.1, 2: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales tuvo hambre».
5-Ayunamos para confesar y ser libres del pecado Daniel 9.3-5: «Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas».
6-Ayunamos para apartarnos del pecado Jonás 3.5: «Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos».
7-Ayunamos para ser sensibles a la necesidad de los demás: Nehemías 1.4: «Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos».
8- Ayunamos a nivel de congregación en unidad: Joel 1.14: «Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová» (Ver Joel 2.15)
9-Ayunamos para pedir ayuda al Señor en la guerra espiritual: 2 Crónicas 20.3, 4: «Entonces él tuvo temor, y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová».
10-Ayunamos para morir a los deseos de nuestra carne: Salmo 109.24: «Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne desfallece por falta de gordura».
11-Ayunamos para recibir el llamado al ministerio: Hechos 13.2: «Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado».
12-Ayunamos para ser enviados al ministerio: Hechos 13.3, 4: «Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre».
Tomado del libro “La Vida Espiritual Victoriosa” por Josue Yrion. (p. 237-242) Todos derechos reservados.
1-Que nuestras iniquidades vendrán sobre nosotros
Números 32.23: «Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará».
2-Que cada uno es responsable de sus pecados
Deuteronomio 24.16: «Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por sus padres; cada uno morirá por su pecado».
3-Que cada uno es responsable de su justicia o injusticia
Ezequiel 18.20b: «…la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él».
4-Que cada uno dará cuenta de su propio pecado
2 Reyes 14.6b: «No matarán a los padres por los hijos, ni a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado».
5-Que cada alma que se pierde espiritualmente lo hace por su propia voluntad
Ezequiel 18.4: «He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá».
6-Que es necesario el arrepentimiento del pecado
2 Crónicas 7.14: «Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra».
7-Que somos envueltos y presos por nuestros propios pecados
Proverbios 5.22: «Prenderán al impío sus propias iniquidades, y retenido será con las cuerdas de su pecado».
8-Que Dios puede olvidarse de nuestros pecados de la mocedad
Salmo 25.7: «De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehová».
9-Que Dios sabe que nos hemos rebelado contra Él desde nuestra juventud
Jeremías 3.25: «Yacemos en nuestra confusión, y nuestra afrenta nos cubre; porque pecamos contra Jehová nuestro Dios, nosotros y nuestros padres, desde nuestra juventud y hasta este día, y no hemos escuchado la voz de Jehová nuestro Dios».
10-Que Dios por medio de Jesucristo perdona nuestras iniquidades
Isaías 1.18: «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana».
Romanos 8.2 declara: «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (énfasis añadido por el autor).
La expresión ha librado proviene del vocablo griego eleutheroo que significa «libertar, liberación, remitir, redimir, dejar en libertad».
En el Nuevo Testamento esa palabra se usa exclusivamente para referirse a la obra de Cristo de liberar, traer liberación a los creyentes del pecado.
Cuando usted conoció a Cristo, Él le perdonó, rescató de su antigua vida de pecados, le redimió de la maldición y lo puso en libertad.
Pero ahora empezará una lucha sin cuartel entre su carne y su espíritu, que combatirán dentro de usted.
El poder de Dios, por medio del Espíritu Santo, le proporcionará fuerza para vencer mientras que la carne tratará de hacerle pecar sucumbiendo a la tentación, como se mencionó anteriormente.
Romanos 8.8 declara: «Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios»; usted por la fe puede vencer a la carne, la tentación y el pecado.
Alguien dijo que en realidad la tentación no es pecado, pecar es ceder a la tentación, así que para no pecar es necesario vencer y ser liberado de la tentación,
sólo así será libre de pecado; una cosa lleva a la otra. Es como el eslabón de una cadena que debe ser roto, así, la tentación debe ser destruida, vencida por la sangre de Cristo y su poder.
Tomado del libro “La Fe que Mueve la Mano de Dios” por Josue Yrion. (p. 44-47) Todos derechos reservados.
El salmo 144.1-2 nos anima cuando dice: «Bendito sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra; misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi LIBERTADOR » (mayúsculas añadidas por el autor).
La Biblia nos habla que el Señor le enseñará, adiestrará, le preparará para la batalla en contra de la tentación y que Él le llevará a la guerra prometiendo ser su libertador, traerle protección en las áreas débiles, en cuanto a lo moral se refiere, de su vida.
El diablo le bombardeará con pensamientos y le tentará para hacerle caer en lo mismo de su vida pasada, o quizá, hacerle experimentar por curiosidad lo que usted nunca hizo antes; usted debe resistir firme en la fe, de acuerdo con lo que la Palabra indica en Santiago 4.7: «Someteos, pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros».
Al ser tentado, si piensa que no puede vencer, corra a los pies de Cristo y arrodillado, en oración, reprenda en su mente todo espíritu tentador que venga a hacerle caer. Si fracasa en algún momento, no se desanime, vuelva a Él con arrepentimiento. Él le perdonará. Intente nuevamente, levántese y siga caminando. La vida cristiana es una
batalla espiritual constante, así será hasta que estemos en su presencia. Siga luchando y por la fe vencerá la tentación; si le falla a Cristo en alguna ocasión con sus ojos y pensamientos, vuelva a Él inmediatamente con lágrimas, sollozos, en verdadero arrepentimiento; Él le recibirá y jamás le rechazará. Él entiende su lucha: No huya de Él,
corra a Él, no se vaya de Él, vaya a Él. Tome las armas de la oración, el ayuno, la lectura diaria de la Palabra de Dios; viva una vida recta, limpia y verá que será un gran vencedor en Cristo Jesús. La liberación de la tentación sexual está prometida en las Escrituras para usted. Solamente tome posesión de lo que Cristo ya hizo. Examine lo que
dice 2 Corintios 10.4-5: «Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo PENSAMIENTO a la obediencia a Cristo». Usted puede, por fe, llevar todo pensamiento impuro cautivo a la
obediencia en Cristo. Las armas disponibles para usted son poderosas, capaces de destruir toda obra tentadora a su vida. Crea en la Palabra. Debe saber que todos, alrededor del mundo, enfrentamos tentaciones seamos congregantes o ministros. Observe lo que dice 1 Pedro 5.9: «Al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos
(tentaciones) se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo» (sinónimo agregado por el autor). Millones han recibido liberación,
han sido libres por la fe y siguen disfrutando de esta libertad victoriosa. Usted también puede. ¡Sea libre!
Tomado del libro “La Fe que Mueve la Mano de Dios” por Josue Yrion. (p. 40-44) Todos derechos reservados.
Hechos 2.21 cita: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo». Muchos años atrás, un famoso y escéptico abogado
norteamericano dictaba conferencias contra el cristianismo. Después de algún tiempo, en cierta ocasión él llegó a una congregación
y pidió hablar con los líderes porque deseaba incorporarse, habló muy entusiasmado de su fe en Cristo. Asombrado, el pastor le
preguntó cuál había sido el motivo de su transformación, pues él lo conocía por ser un gran adversario de la iglesia del Señor.
El abogado habló de un juez que fue el responsable de su conversión; le explicó: «Yo miraba en su cara algo que no podía entender.
Era una luz, un gozo y una paz tan real… Nosotros nunca hablamos de asuntos religiosos, mas el resplandor de su rostro me impresionó tremendamente.
Durante algún tiempo, sin que él supiera, estudié su expresión con la misma determinación con la que estudio las evidencias en mi trabajo de abogado.
La conclusión a la que llegué fue que tal resplandor en su rostro se debía a su devoción y la fe en el Señor Jesucristo. Esto fue exactamente lo que me convenció de la verdad del cristianismo.
Entonces invoqué al Señor con humildad y entregué mi corazón a Cristo por medio de la fe, nací de nuevo».
Tal vez usted ya sea cristiano como este abogado, o quizá usted todavía no ha experimentado esta maravillosa transformación por medio de la conversión a Cristo. Todo ser humano necesita llenar el
vacío de su corazón con algo, Tolstoi dijo: «Hay un vacío en el corazón del hombre que solamente Dios puede llenar». Muchos tratan de llenar este vacío por medio del dinero, otros con drogas, sexo,
estudio, diversión, trabajo, deporte, viajes, etc., mas no lo pueden hacer, ¿por qué? Porque es un vacío de naturaleza espiritual, éste solo puede ser llenado por medio de la comunión del ser humano
con su Creador, mediante la conversión por la fe en Cristo Jesús. Pero,
¿qué es realmente la fe? De tantas definiciones teológicas que hay se puede resumir, de manera sencilla que:
Efesios 3.11, 12 cita: «Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él». La fe es Cristocéntrica. En Él tenemos seguridad, Él es la razón de nuestra fe. Colosenses 1.4 dice: «Habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús». ¡La fe es en Él! No en nosotros mismos, ni en nuestra experiencia o en nuestra sabiduría, no en nuestra capacidad, sino en Él. Colosenses 2.5b también afirma: «…gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo».
Romanos 10.17 explica: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». Es por medio de leer, estudiar y escuchar la Palabra de Dios, que su fe crecerá. La fe no es tener una idea de que Cristo existe o saber algo sobre Cristo, es creer personalmente en Él; la fe no es un salto a la oscuridad, es la lógica de la Palabra de Dios que es alimentada y nutrida por su poder. La fe no es esperanza, ambas están relacionadas, mas no son lo mismo: esperanza es el deseo del corazón, fe es el fundamento; la esperanza dice: «Yo espero ir al cielo», la fe dice: «¡Yo iré al cielo!» La fe no es una emoción, es una convicción que da el Espíritu Santo. La fe no es un principio inerte, estático, quieto; la fe es viva, es real. Hebreos 4.12 declara: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz» (énfasis hecho por el autor). ¡Es viva! La palabra «eficaz » proviene del griego energes, de la cual se deriva la palabra «enérgico ». Energes es algo en acción: activo y efectivo, es lo opuesto de la palabra griega argos: «ocioso, inactivo e ineficaz». Ponga este concepto dentro de su mente, espíritu, alma y corazón: Si nuestra fe es una semilla viva, nacida de la confianza en Dios, nutrida por el Espíritu Santo y regada por la Palabra de Dios, ella producirá frutos en nuestras vidas. ¿Cuáles frutos? Gálatas 5.22, 23 esclarece: «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, FE, mansedumbre y templanza» (mayúsculas agregadas por el autor).
Romanos 10.9, 10 manifiesta: «Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación» (énfasis añadido por el autor). La Palabra de Dios dice que usted debe creer en Cristo y entregarle su corazón, debe depositar su fe en su Palabra, aceptarlo como su Salvador y Señor. La palabra creyeres proviene del griego pisteuo, que es la forma verbal de pistis que es FE. Significa confiar en, tener fe en, estar plenamente convencido de, reconocer, depender de alguien. Pisteuo es más que creer en las doctrinas de la iglesia o en artículo de fe. Expresa dependencia y confianza personal: que viene después de la conversión por medio de la obediencia. El vocablo implica sometimiento a la voluntad de Dios y una confesión positiva del señorío de Jesús. Es por medio de la fe que usted podrá ser salvo y participar de la vida eterna. Es una fe personal en Cristo, usted se arrepiente de sus pecados, Él le perdona y escribe su nombre en el libro de la vida. Usted confiesa a Cristo como su Salvador y Señor, le entrega su corazón, entonces usted nace de nuevo espiritualmente.
Tomado del libro “La Fe que Mueve la Mano de Dios” por Josue Yrion. (p. 21-25) Todos derechos reservados.
Proverbios 16.3 nos aconseja: «Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados» (énfasis añadido por el autor). Encomienda en hebreo es galal, que quiere decir «enrollar, rodar, y remover», en Génesis 29.3 galal se refiere a rodar (quitar) una piedra de la boca de un pozo. En Josué 5.9 se «rueda», se «quita» el oprobio de Egipto sobre Israel. En el versículo de Proverbios, particularmente, Salomón invita a sus lectores a «rodar o poner» sus obras al cuidado y a la GUÍA de Dios. La imagen es la de un camello que lleva una carga pesada, cuando hay que quitarla, el camello se arrodilla y se hecha de lado para que ésta ruede fuera de su lomo; de igual manera nosotros, para remover las cargas (decisiones importantes que tomamos) nos arrodillamos, pedimos la guía divina y «rodamos», nos «quitamos» de encima toda preocupación y ansiedad del peso que oprime nuestro espíritu y lo ponemos a los pies de Cristo, al postrarnos en oración.
Las Escrituras dicen que David venció a sus enemigos bajo la dirección y la guía del Señor, esto es exactamente lo que nosotros debemos hacer ante decisiones importantes, buscar el rostro del Señor en oración y permanecer allí hasta que Él nos hable. En la misma historia de David, dice que los filisteos regresaron a pelear con él y David, humildemente, sin apoyarse en su experiencia militar de muchos años volvió a buscar la guía divina para enfrentar nuevamente los filisteos; 1 Crónicas 14.14 relata: «David volvió a consultar a Dios, y Dios le dijo: No subas tras ellos, sino rodéalos, para venir a ellos por delante de las balsameras». David buscó al Señor y Él le volvió a contestar, esta vez le dio una estrategia diferente y David volvió a vencer por medio de la guía divina que le fue proporcionada por medio de su búsqueda, para tomar la decisión correcta. David sabía que necesitaba de la guía divina contra sus enemigos, el salmo 5.8 dice: «Guíame, Jehová, en tu justicia, a causa de mis enemigos; endereza delante de mí tu camino»
Nosotros tenemos enemigos espirituales, huestes diabólicas de maldad que combaten contra nosotros y no podemos apoyarnos en nuestra propia sabiduría y experiencias pasadas, debemos saber que para cada situación Dios tiene una respuesta diferente. He aprendido en mi vida y en el ministerio que Dios no contesta de la misma manera cuando se repite una misma prueba o circunstancia. Él tiene formas diferentes que nos enseñan a crecer y madurar, una de ellas es mediante su guía divina; si nos proponemos buscarle y nos acercamos a ÉL, por fe Él nos guiará hacia la meta.
Tomado del libro “La Fe que Mueve la Mano de Dios” por Josue Yrion. (p. 125-128) Todos derechos reservados.